Un viernes en clase no es muy diferente de cualquier otro día de la semana si no fuera porque es el momento del ¡examen! (sorpresa). Una breve prueba para corroborar nuestro progreso en el idioma; no ha sido para tanto.
A la hora de comer, antes de la clase de la tarde la ciudad de Cork está atestada de gente, y con frecuencia, sin tener que agudizar el oído, se escucha algo en español entre las conversaciones cruzadas. Es curioso, en esos momentos te das cuenta de lo bien que suena nuestro idioma y, por supuesto, cuánto añoras tu tierra. Aunque nos están tratando muy bien, es inevitable pensar en el momento de vuelta a casa.
Tras la comida hemos dado la última clase con Ellie, la profesora que nos ha acercado a la metodología CLIL. Hemos aprendido mucho.
El día no da para mucho más: visita a la iglesia de San Pedro y San Pablo, un poco de alterne en el pub de rigor (eso también es parte de la inmersión cultural), cena a una hora poco habitual para un español, y a casa a dormir porque mañana nos vamos de excursión.
De izquierda a derecha. Iglesia de San Pedro y San Pablo. Vista del ayuntamiento de Cork camino casa.